Nadie sabrá que estuvimos ahí (o aquí) / Dislocación (es) 01
Jorge Luis Linares y Eder Castillo
Un cuerpo extranjero llega a un espacio a contemplarlo y explorarlo y es solo en su condición de ajeno que encuentra en el paisaje, y quienes lo habitan, soluciones, formas y palabras nuevas. Un cuerpo extranjero es al final un pasajero de horizontes, un curioso libre en una rutina automática. Un cuerpo extranjero es un observador periférico, anónimo. Así, Eder Castillo y Jorge Linares son cada uno extranjeros para el espacio del otro y en esta exposición, es esa postura de cuerpos “dis-locados”/ “dis-localizados” lo que activa todos sus procesos en conjunto.
Nadie sabrá que estuvimos ahí (o aquí) es una exposición de procesos, colaboraciones y ejercicios de contemplación. Un honesto diario de viajes, encuentros, conversaciones y recorridos por calles nuevas para el otro.Todo surge del viaje de ambos artistas al país de residencia del otro; del intercambio de contexto de ciudad al campo. Eder viajando de Ciudad de México a Panajachel y Jorge en dirección opuesta. Así la exposición además revisa no solo los procesos personales de cada artista en un territorio inexplorado, sino que el paisaje se manifiesta por sí mismo contrastado; y contextos antagónicos se hibridan en el plano de la metáfora. Así México y Panajachel son paralelos que se vinculan de vez en cuando solo a través del ojo del artista. Pareciera que el paisaje entonces es el que nos habla de sí mismo.
Jorge llega a México a encontrar cuerpos en movimiento, saturación y aceleración. La ciudad y sus habitantes recorren sus planos vertiginosa e intermitentemente, mostrándonos con la honestidad de una cámara en mano la mirada del cuerpo que está presente en esos espacios, solo observando. Piezas como “formas x velocidad=abstracción”además son un juego pictórico del paisaje urbano abstraído por su propia velocidad. Eder, en contraste, encuentra en Panajachel la impresión del paisaje natural, el horizonte, la frágil arquitectura y los personajes locales. Además, la reflexión y la metáfora de ambos lagos, el de Atitlán y el antiguo lago de Texcoco (hoy Ciudad de México), está constantemente formulándose durante su estadía.
Esta exposición es al final un acto de revelación. Una muestra de procesos diarios de exploración, recorrido, sorpresa. Un resultado físico de semanas de diálogo, de horas de caminatas por el espacio para que fueran estos distintos contextos los que revelaran sus propias condiciones. Durante la estadía de ambos, numerosos artistas además influyeron su práctica. La pieza de Eder, por ejemplo,“construcción-destrucción”, surge a partir de su visita al artista Feliciano Pop, quien como presente le regala una pequeña piedra alargada, una escultura o herramienta. Castillo luego traza un dibujo sobre un cuadro de madera y con esa misma piedra lo borra, creando así un diálogo entre el construir y destruir, el trazar y el borrar, el deshacer un dibujo para generar otro y el tomar la pieza de un artista para crear otra. Al final, esta pieza funciona como una metáfora de la exposición, pues la autoría de todos los procesos es un campo difuso. Al ser siempre una colaboración entre ambos, los procesos son más una nube colectiva de diálogo y reflexión, un mostrar el espacio a través de las costumbres y horarios del otro, un compartir de dinámicas y economías, una colaboración de medios, propuestas, personalidades, amistad.
Vivir en México o en Panajachel termina siendo el mismo campo de juegos para ellos. En los que su día a día gira en torno a escuchar el entorno, contemplarlo, y dejarse llevar por él. El cuerpo siempre deja huellas en el paisaje y nadie sabría que ellos estuvieron ahí (o aquí) sin estos pasos expuestos.
Josseline Pinto